Bodegas de prestigiosos restaurantes atesoran miles de euros en botellas que son objetivo de robos en los que la parte económica es lo de menos, ya que los seguros resarcen la pérdida monetaria pero nunca el trabajo de años en busca de vinos exclusivos que crean experiencias únicas.

«Ninguno quiere que le roben para cobrar el seguro. El primer interesado en estar asegurado y tener todas las medidas preventivas es el propietario», asegura la responsable de Grandes Siniestros de AXA, Marián de José, contactada en relación al robo de 132 botellas valoradas en al menos 175.000 euros en Coque (Madrid) justo al año de la sustracción en Atrio (Cáceres) de medio centenar cuantificadas en 1,6 millones.

Vinos irreemplazables

«Se llevan cosas que son irreemplazables, es una tragedia porque no es algo que se pague con dinero. Te roban parte de tu historia, botellas de bodegas que ya no existen, que te has pasado años buscando para construir una identidad para el restaurante», declara a Efe Juan Manuel del Rey, que en el Corral de la Morería (Madrid) emociona con jereces históricos.

xperto como pocos en la búsqueda y consecución de joyas arqueológicas del Marco de Jerez y Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y Montilla-Moriles de Córdoba admite que le da «un poco de miedo» ver que una dedicación de años a la búsqueda de vinos que sólo sus comensales pueden degustar esté bajo el punto de mira de bandas orientadas a un mercado negro que hasta ahora desconocía.

Comparte inquietud con Josep Roca, multipremiado sumiller del triestrellado El Celler de Can Roca (Girona). «Tenemos medidas de seguridad y seguros. El sistema está bien, pero te hace dudar esta nueva realidad», dice.

l comensal sigue compartiendo unos minutos en la bodega de 85.000 botellas y 4.000 referencias con Josep, quien contrapone el coleccionismo de etiquetas que puede inspirar a ladrones a su «pasión desbocada» por el mundo del vino.

Cada botella es una joya, no cuantificable desde el punto de vista especulativo

«Cada botella es una joya, no cuantificable desde el punto de vista especulativo, sino porque responde a un paisaje humano y territorial, algo que no se puede sustituir», asevera quien transmite conocimiento y pasión en su recorrido por la bodega de El Celler de Can Roca.

Lo mismo opina Alejandro Hernández, al frente de la impresionante bodega de Rekondo (San Sebastián), cita imprescindible de los amantes del vino: «Sí hay que estar más alerta, pero sin obsesionarse», dice a Efe quien dirige un espacio que también cuenta con medidas para proteger sus 60.000 botellas.

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